lunes, 9 de enero de 2017

MI CARIÑO POR SAN MARTIN DE TREVEJO

Dicen que el primer amor siempre se recuerda.
 Que un maestro siempre recuerda " su primera escuela ". Un médico  recuerda siempre el primer pueblo donde ejerció su profesión.
Yo recuerdo con cariño el primer pueblo en el que viví cuando un día salí de Cereceda.
Yo llegué a ese pueblo el 4 de Setiembre de 1.953. Tenía 11 años y era la primera vez que pasaría un tiempo fuera de mi casa.
Llegué en un autobús, con una maleta de cartón, con muchas ganas de estudiar y de conocer otras personas distintas de mis amigos del pueblo.
Allí pasé un año, un curso, con estudios de latín, un nuevo idioma, con nuevas comidas, con nuevos horarios y con un frío muy parecido al de Cereceda.
En ese pueblo había también un río, como el río Chico que pasaba por el Chapatal y por el Periquito, con el agua muy fría, y un bosque de castaños con castañas pequeñas pero muy dulces. En mi  pueblo el bosque era de robles.
Había un paredón, como los de San Martín del Castañar, convertido en  un campo de fútbol :  dos olivos eran los palos verticales de la portería. El equipo que jugaba en la portería de arriba tenía un jugador más. Había un olivo viejo que hacía las veces de defensa central.
Allí escuché palabras y frases que yo no entendía y que mis amigos de aquel pueblo me dijeron que era el mañegu. Entonces, el curso 1.953 - 1.954 comenzó mi interés por la Fala.
Siempre he recordado con nostalgia mi primer curso de bachillerato en el Colegio San Miguel, con los Padres Claretianos.
Hoy lo recuerdo con la ilusión de un niño de once años.
Aquel pueblo, en el que yo fuí  " infinitamente " feliz, se llamaba San Martín de Trevejo, Sa Martín de Trevellu en mañegu.

Etiqueta           Cosas de mi vida.

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