Los dos herreros de Cereceda en mi niñez tenían un potro hecho de madera de roble, en los que se " metían " las vacas para herrarlas.
Los potros tenían un yugo en el que se uñían con la coyunda y con otra coyunda se sujetaba la mano o la pata que se quería herrar. De esta forma los animales estaban bien sujetos sin peligro para herrero y dueño.
El problema de herrar las caballerías es distinto. Se hierran los caballos o las yeguas. Los burros están " exentos " de ese trabajo.
Yo desconozco si alguna vez hubo en el pueblo caballos para trillar. Al potro del tío Manolo bajaban gentes de Los Pueblos _ Cilleros y La Bastida - para que se los herrase.
Mi amigo Luís - el hijo del herrero - me explicó que los callos de las patas delanteras son distintos de los callos de las patas traseras. Los callos de las patas del lado izquierdo son distintos de los que hay que poner en las patas del lado derecho.
- Hay que hacer cuatro callos distintos para cada caballería - me explicaba.
A mí me hacía mucha " gracia " la forma de sujetar los animales para que no diesen una " coz " al herrero.
- Hay que retorcerles la oreja y acariciarles el morro - me dijeron.
Digo yo que sería la oreja del lado de la pata que estaba herrando en cada momento, porque no había potro para herrar las caballerías.
Foto www.google.es
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Etiqueta Costumbres.
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