EL PAN EN LA CAMILLA
En las cocinas de Cereceda había siempre una camilla. Una camilla redonda más o menos grande. Había unas " faldillas" para que no se escapara el calor del brasero. Había un " hule " para que la madera de la camilla estuviera elegante. El hule impedía que el agua, el vino, la sopa o los garbanzos mancharan la madera.
Durante muchos años en casa de mi abuela Fausta hubo un hule que tenía un mapa de España. En ese mapa venían todas las provincias y en una esquina venían las Islas Canarias.
Una forma curiosa de aprender Geografía.
Encima de la camilla se ponía la fuente con la comida. Los platos aparecieron muchos años después. Se ponía una cuchara para cada comensal. También había algún tenedor. Los hombres no necesitaban tenedor. Cogían las " tajás " con su navaja. Un cuchillo que manejaba la cocinera era suficiente.
En la mesa se ponía el pan. Un pan grande. Redondo. Con cuatro o cinco " coscurros " del que se partía un trozo para cada uno de los que rodeaban la camilla.
- Quien dejaba pan al mediodía se lo comía por la noche. Éste es tu pan, te decían. O lo echabas en las sopas del desayuno.
Esta escena traerá recuerdos familiares a muchos " gatos " y " gatas. "
Yo quiero añadir dos " cosas " más del pan de la camilla :
. Si ponías el pan dado la vuelta te reñían porque " el pan al revés trae mala suerte."
. Si en una camilla veías que quien ponía la mesa, colocaba el pan boca arriba, " podías coger la puerta y marcharte ". Era una forma elegante de echar a las visitas.
Sabiduría de pueblo que hoy ha caído en el olvido.
Foto www.google.es
Etiqueta Costumbres
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