viernes, 22 de diciembre de 2017

EL TEJADO DE MI CASA






Cuando llegaba el mes de agosto y me acercaba a Cereceda tenía la costumbre de madrugar para llegarme a los pueblos de los alrededores. El Cabaco, la Nava, Arroyomuerto ( Hoy San Miguel de Robledo ), Cilleros, La Bastida o Aldeanueva eran visitas obligadas en mis caminatas matutinas.
El regreso al pueblo siempre me producía un poco de pena al ver los tejados de uralitas, cambiadas los últimos años por chapas de color rojo.
Aquellos tejados de teja roja, muchos con el color un poco " perdido " por culpa de las heladas invernales, eran el recuerdo del tejar del tío Santos y de su hermano el tío Colás. Pero, junto a ese recuerdo, estaban mis recuerdos de albañil.





Mi padre tenía la costumbre de " correr el tejado " todos los años.
Terminadas las faenas de las Eras, íbamos un día a buscar brezos, escobas y bardas, para poner en el tejado.
Subíamos al tejado desde el huerto con una escalera de pasos de madera. Mi padre abría una canal para llegar a la cumbrera y, en los sitios que yo le señalaba con un varal desde el " tenao, " levantaba las tejas, metía un haz de brezos, de escobas, de gordilobos, de ramas de alisos o de bardas para " levantar el tejado ". A veces tenía que cambiar algún cuartón, podrido por las goteras.
A mí me gustaba subir al tejado pero el miedo se apoderaba de mis piernas ante el temor de hundirme y caer desde lo alto al corral o a la cuadra. Y los gritos de mi madre : ¡ baja del tejado, que te vas a caer ¡.
Ese trabajo - correr el tejado - ha desaparecido con la llegada de las chapas.
Se han acabado las goteras.
¡ Cuántas " cosas de ayer " han desaparecido en nuestro pueblo ¡.

                        Foto   www.google.es



Etiqueta  Cosas de mi vida.

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